Hace días puse sobre la mesa una propuesta o, más bien, una sugerencia, que ha recibido apoyos y también críticas, lo cual es natural en estos tiempos.
Asistimos a un debate general, que viene desde la explosión del 15M, y que se concreta, ahora, según parece, en la necesidad o no, para la izquierda, de que converjan Podemos e IU, de si el PSOE estaría dispuesto a pactar con Podemos, después de las elecciones, o si Podemos, en pleno proceso de autodefinición, debe seguir fielmente “su filosofía” o dejarse querer, aceptando proposiciones “honestas” que le puedan venir desde fuera. Se podrían concretar más todas estas variantes, pero no es este el momento ni el lugar para hacerlo. Lo que sí es cierto es que el debate está influyendo en todos, de tal manera que, hasta en el PP, surgen voces que se apuntan al banquete de las elecciones primarias abiertas o cosas por el estilo, cuando parecía que este partido, con la prepotencia de su mayoría absoluta, se iba a mantener al margen de la discusión. La proximidad de las elecciones hace dudar hasta al más pintado.
Que duden los que tienen más que perder es comprensible. Pero no quienes tienen tanto que ganar. Y, en esta ocasión, parece que es mucho.