El miércoles 1 de abril trabajadores de las obras de ampliación del hospital de Viña del Mar ingresaron a las oficinas de la constructora OHL para expresar su malestar porque la empresa incumplió un acuerdo de indemnización en medio de movilizaciones y demandas generalizadas por mejoras salariales y contractuales. Durante este acto de protesta tres trabajadores intentaron destruir la oficina y quemarse a lo bonzo. Este hecho se suma al anterior encadenamiento de un trabajador en lo alto de una grúa. Pero lo concerniente a la explotación y abuso que cometen las empresas (transnacional española en este caso) en todos los ámbitos es sistemáticamente silenciado por los principales medios (centrados sólo en atemorizar pregonando la delincuencia protagonizada por pobres), siempre al servicio de la decena escasa de familias que atesoran el poder en el país.
El binomio Evo Morales-Álvaro García Linera, se impuso por tercera vez consecutiva en las elecciones bolivianas. Lo hizo en un día muy señalado, el 12 de octubre, Día de la Resistencia Indígena y con casi un 61% de los votos, logrando vencer en 8 de los 9 departamentos de Bolivia. Superó en un 35% al segundo en disputa, el candidato neoliberal y principal industrial boliviano Samuel Doria Medina. Tan sólo con observar los orígenes de unos y de otros –lucha sindical y guerrillera de Evo y Linera respectivamente y gobernador del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo Doria Media- ya nos podemos hacer una idea del cambio de paradigma que en la última década se ha llevado a cabo en Bolivia.
El concepto de guerra está en permanente cambio y las estrategias por las que el ser humano ataca a sus semejantes están en una continua reformulación. Caminamos hacia un mundo cuyos conflictos bélicos se plantean de tal modo que no ensuncien las manos del agresor. El coste político de asumir un enfrentamiento es a menudo demasiado alto. La guerra de los drones es un intento en este sentido, pero hay estrategias mucho más antiguas que caminan en la misma dirección.
Si la guerra clásica constituía una forma de enfrentamiento entre Estados, los llamados “conflictos de baja intensidad” son una forma de enfrentamiento entre un Estado y actores no estatales. Esta expresión, creada por el jefe del Estado Mayor privado de la reina Isabel II, Sir Frank Kitson, se aplica por igual a la contrainsurgencia en las colonias, a la lucha contra la subversión durante la guerra fría y a ciertas operaciones de «mantenimiento de la paz». Es el caso de Chiapas donde hace más de veinte años (1 de Enero de 1994) un levantamiento armado sacudió la conciencia del país. Miles de indígenas organizados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional tomaron 7 cabeceras municipales y mantuvieron enfrentamientos con el Ejército Federal Mexicano hasta el día 12 de Enero.
Desde el pasado día 12 de febrero, el ejecutivo revolucionario de Venezuela encabezado por Nicolás Maduro está viviendo un nuevo intento desestabilizador por parte de la oposición oligárquica, apoyada por los Estados Unidos, con el objetivo de derrocar al gobierno y terminar con el proceso bolivariano que Hugo Chávez emprendió en 1999.
La oligarquía venezolana, como en el resto de Latinoamérica y del mundo, se caracteriza por aceptar el juego democrático solamente cuando lo puede controlar para asegurar el mantenimiento de sus privilegios.